La Renga en el Estadio Unico de La Plata.

En dos frías noches de invierno, unas 100 mil personas lograron encontrarse y congregarse alrededor del Estadio Unico, motivados por la fiesta que supone todo recital de La Renga.

Faltan diez cuadras para llegar a la entrada del estadio y las calles se vuelven intransitables. A casi una hora de la prevista para el comienzo del recital, los fanáticos se apuran, corren y se empujan, temiendo no ser parte de la oscuridad que precede a la aparición de los músicos sobre el escenario.

Los cantos cesan y las voces se unen en un solo grito, esperando el inicio del show con los acordes de "Oscuro diamante". Cuatro llamas flamean junto a la batería giratoria del Tanque en medio del escenario que se levanta en el centro del estadio, tal como lo hicieron en Huracán para quedar ahí, en el corazón de la multitud.

Rápidamente, los músicos se colocan en sus respectivas posiciones, se apoderan de sus instrumentos y dan comienzo a la fiesta del rock. Ya en el segundo tema, "A tu lado", la bandera de Los Mismos de Siempre comenzó a deslizarse inmensa sobre el público, y al finalizar, el Chizzo, carismático y luciendo vincha negra, aclaró que a pesar de estar presentando Truenotierra no faltarían las viejas y memorables canciones. Así, los temas del nuevo disco, fueron intercalados con himnos como "Despedazado por mil partes", "El rito de los corazones sangrando", "Veneno" y "Lo frágil de la locura".

El invierno se hace sentir en la despejada noche de sábado y, buscando combatir el tajante frío, el público se agita al son de "Bien Alto", obediente a las órdenes del Chizzo: "Un poco más arriba, para saltar". Manu Varela, el invitado permanente junto al saxofonista Chiflo, deja escuchar su armónica para luego ponerse al frente de uno de los temas del nuevo álbum, "Entre la niebla", en el que canta y toca la guitarra.

En la llamada "parte lenta" del repertorio, se destaca el clásico "La balada del diablo y la muerte", en la que el escenario se tiñe de rojo y todos vuelven a corear la canción de principio a fin. Como corresponde, hubo homenajes e invitados. Los vientos acompañaron el "Cuadrado Olvidado", y "Viva Pappo" rindió culto a quien fuera alguna vez un precursor del estilo y un invitado de la banda.

Después de dos horas, "El final es en donde partí" abre paso una pausa en la que, a pesar de las luces encendidas, todos saben que quedan un par de éxitos por venir. Los bises incluyeron un largo potpurrí que dejó al público sin aliento. Enganchados, sonaron "El Revelde", "El Blues de Bolivia", "Buseca y vino tinto", "Bailando en una pata", "Luciendo mi saquito blusero", "Negra es mi alma, negro es mi corazón" y "Panic Show". Por último, luego de más de 25 canciones, de un Tete imparable, de un público que no paró de saltar y de gritar un instante, "Hablando de la libertad" marcó el cierre definitivo del show. Lentos y satisfechos, los visitantes abandonaron el estadio.

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